Menu

Responsabilidad: Recordando para quien trabajamos

Una de las cosas más difíciles para ser cuando trabajas con los jóvenes es para entender a quien debes ser responsable.


Con una edad como de los jóvenes, lo que es más común (ojos sarcásticos,  las miradas desconectadas, hablando incesantemente) En medio de todo eso quieres dejar de trabajar con ellos, pero recuerda que los jóvenes no son tus jefes.

Si eres un maestro voluntario, es posible que alguien te hubiera reclutado a llenar esa posición.  Aunque eres nuevo o un veterano, es fácil para confundir a la persona que te pidió a hacer el trabajo y que esa persona es el jefe. Si eres pagado para hacer el trabajo es más sencillo el paso de entender mal al que te dio el trabajo como el que está sobre ti (aunque en manera práctica, si lo son).

La línea final es ésta: cuando estás sentado en un salón de clases o en tu sala compartiendo tu corazón y las escrituras con los estudiantes, tu responsabilidad es primeramente a Dios. Lo que el te ha pedido a hacer alcanza  a la invitación a lo que el te ha reclutado a hacer cuando se trata de enseñar—¡tu eres llamado a ministrar a ellos del Señor del universo! Los resultados de su ministerio no debe ser medido por los estudiantes que tiene en su grupo o por los padres o por cualquier otra persona, sino por la voz de Dios que escuchas constantemente en tu corazón que dice, “bien hecho”.

Enseñar es un trabajo difícil y no estoy sugiriendo que no respetes o que ignores las ideas de la gente a tu alrededor, como los otros maestros, estudiantes, padres o líderes de la iglesia pero estoy recomendando que recuerdes a quien REALMENTE sirves.

En Romanos 1:6, la Biblia nos recuerda que somos llamados a pertenecer a Jesús porque El es nuestra autoridad, nuestro ánimo y nuestro propósito. Cuando los resultados en el salón parecen ser pobres, El aún está agradado con nuestros esfuerzos. Cuando tenemos el deseo de renunciar, El nos está instando a seguir.

A veces miramos a nuestro alrededor y comparamos nuestro ministerio con los demás. Siempre hay un grupo de jóvenes más grandes o un maestro que es mejor, un salón que tiene mejores muebles. Para jugar ese juego de comparaciones es para olvidarnos de lo que de verdad vale—ver que los jóvenes están viendo a Jesús por medio de los adultos que son buenos y que los quieren y en la enseñanza de la Biblia.

Jeremías ministró por 40 años y nadie lo escuchó. Pero en Jeremías 20:9 el lamentó que aunque el tratara de no predicar el evangelio, el no podía dejar de hablar de eso porque era como un fuego en sus huesos. Tú puedes ser un maestro o un pastor que predica por años con resultados limitados—pero Dios tiene una vista más grande que a veces no podemos ver.

Recuerda que tu labor no es vana si estás trabajando para el Señor.

No olvides para quien trabajas y debes apoyarte en El cuando los tiempos son difíciles.

 

Web design by Thoughtprocess Interactive - St. Louis, MO